
Un hombre entrañablemente bueno, popular, querido, enamorado del mar, amigo de sus hombres y de los barcos, de la mar que él conoció como pescador a remo. Gran amante de la sabiduría y conocedor de los acontecimientos del Grau y de Moncofa. Dentro de su sencillez y de su bondad, su modestia y su gran corazón guardaban un alma de artista y un amor por su pueblo, pegado al mar, a sus tradiciones y sus costumbres. Arraigado a su tierra y a su mar a lo que no renunciaba, no podía, por todas sus vivencias y por sus gentes.