miércoles, 30 de marzo de 2011



Un hombre entrañablemente bueno, popular, querido, enamorado del mar, amigo de sus hombres y de los barcos, de la mar que él conoció como pescador a remo. Gran amante de la sabiduría y conocedor de los acontecimientos del Grau y de Moncofa. Dentro de su sencillez y de su bondad, su modestia y su gran corazón guardaban un alma de artista y un amor por su pueblo, pegado al mar, a sus tradiciones y sus costumbres. Arraigado a su tierra y a su mar a lo que no renunciaba, no podía, por todas sus vivencias y por sus gentes.






Al entrevistarle, ya usaba lentes para seguir fabricando sus barcos; entusiasmado contaba de sus barcos…”el Bauti” y el Galeón San Mateo, llevaban 20 y 22 cañones, respectivamente, además añadía marinos trabajando en el barco, bien desplegando velas, bien limpiando la cubierta. Otro de sus barcos era la carabela Santa María de Colón con la efigie de la Reina Isabel que llevaba en la proa. Barcos con piratas y esclavos que también creo como regalo especial para sus nietos, no paraba.






Siempre tenía encargos, incluso los turistas de toda Europa le pedían barcos, aunque sus manos igual te hacían un barco, como un marco, juguetes, miniaturas o figuras, faraones o cabezas de animales, incluso ciervos, rinocerontes… y todo con su navajita.





Celebre fue su carroza con la princesa encantada para su hija Josefa, todo un alarde artístico. Cada barco suyo se cotizaba superando en ocasiones las cuarenta mil pesetas.





El galeón San Mateo, fue llevado al museo naval de Madrid y si el tío Mateuet no hubiera sido tan moncofero, hubiera sido un artista reconocido y de grandes encargos.

Era muy detallista en su trabajo, su navajita daba forma a la madera, los hilos, el pergamino, las poleas de azabache, y la paciencia lo convertían en gran artista.

Con un cuerno de toro hacía un pez sierra, de un tronco sacó el Sebastián El Cano, hacía sacerdotes y sacerdotisas del antiguo Egipto y antigua Roma. Carros romanos y gladiadores, todo lo que le venía a la mente.

Marinero de vocación y de oficio, también desempeñó oficios como peón caminero, cocinero de clínica, constructor de vías para tranvías.




Agudizó el ingenio con la Santa María de Colón. Para que navegase era transportada por una bicicleta y las ruedas llevaban unas varillas dobladas que al moverse semejaban el oleaje, premio al ingenio.

Su última misión en el mar, fue velar por la seguridad de los bañistas. El ayuntamiento sabía de sus conocimientos del mar lo nombró para izar la bandera verde, amarilla o roja que advertía de las condiciones de baño. Allí estaba, todo el día vigilante y todos los bañistas pendientes de él, era el más popular de toda la playa.

Cuando el tio Mateuet falleció, el mar perdió un ángel protector, niños y mayores le añoraron, del terreno y veraneantes,su sapiencia de la mar, se fue con el oleaje de un levante, siempre quedará en el recuerdo y seguirá vivo entre nosotros.